Copa Davis: entre reformas, críticas y cultura nacional
La Copa Davis, competición mítica del tenis creada en 1900, solo enfrentó a
Estados Unidos y Gran Bretaña durante los cuatro primeros años de su existencia. Se fue abriendo a las distintas naciones con el paso del tiempo, primero a Bélgica, Francia, Austria-Hungría y Australasia (equipo de Australia y Nueva Zelanda).
Ha conocido diferentes evoluciones a lo largo del tiempo, con la aparición de un Grupo Mundial en los años 1980 y la apertura hoy en día a 159 naciones.
Por desgracia, a partir de la década de 2010, la competición atraviesa fuertes turbulencias. Es cada vez más dejada de lado por los grandes jugadores, que ya no dudan en prescindir de esta competición, dando prioridad a su carrera en individuales, dentro de un calendario ya de por sí bastante cargado.
Una reforma que genera un gran debate
Fueron apareciendo propuestas de reforma hasta llegar a su nuevo formato en 2019: fin de los partidos al mejor de cinco sets y aparición de una fase final en pista neutral a finales de año durante una semana.
Sin embargo, esta reforma está lejos de gustar a todos los actores del tenis, especialmente a aquellos procedentes de países con una gran historia en esta competición.
Yannick Noah, capitán del equipo de Francia de Copa Davis en 2018 cuando apenas se había votado la reforma, había declarado: «Esta medida es demasiado radical y va a matar, en mi opinión, el alma y la esencia misma de la Copa Davis.
«Es el dinero el que decide»
Para mí será un poco un circo. Los dirigentes se han visto obligados a tomar una decisión radical porque algunos jugadores han olvidado la historia de la Copa Davis. Cuando nuestro n.º 1 dice que su prioridad es la Copa Davis, es ese espíritu el que habría permitido salvaguardar la prueba tal y como era.
A partir del momento en que algunos jugadores prefieren disputar exhibiciones o pruebas con mayor remuneración, es su elección. La Copa Davis lo sufre. Es el dinero el que decide.»
Pero, aunque todos estos cambios duelan en el corazón a la mayoría de los actores del tenis, persiste una cultura de la Copa Davis, entre buenos recuerdos para los antiguos jugadores y la voluntad de hacer perdurar el amor por esta competición por equipos, tan especial en un deporte individual.
LA COPA DAVIS COMO VECTOR DE ORGULLO NACIONAL
Para un deportista de alto nivel, representar a su país es muy a menudo un gran honor. En el tenis, también significa confirmar las esperanzas depositadas en uno por una Federación.
Un jugador también puede trascenderse en la Copa Davis porque siente una especie de deuda moral hacia su país.
Desde sus primeros años, muchos se han beneficiado del apoyo concreto de su Federación: ayudas económicas para viajar a los torneos júnior, acceso a infraestructuras modernas, entrenadores nacionales, concentraciones, acompañamiento médico… Todo eso representa una inversión importante que ha contribuido a convertirlos en profesionales.
A cambio, la Copa Davis se convierte en un momento privilegiado para devolver algo a la nación que los ha impulsado. Para algunos, jugar con los colores de su país es honrar esa trayectoria, agradecer a quienes creyeron en ellos y defender un sistema que les ofreció los medios para alcanzar el alto nivel.
Un espíritu colectivo en un deporte individual
La Copa Davis proporciona emociones que un jugador no puede encontrar cuando juega en torneo. John Millman, que sin embargo había derrotado a Roger Federer en el US Open de 2018 para alcanzar los cuartos de final y enfrentarse a Novak Djokovic, prefirió evocar sus recuerdos en Copa Davis como los momentos favoritos de su carrera.

En enero de 2025, declaró en una entrevista exclusiva para TennisTemple: «Aunque fue un recuerdo realmente especial vencer a Roger en cuarta ronda del US Open 2018, para mí, los momentos más especiales son en realidad aquellos en los que pude representar a mi país. Tuve la suerte de participar en dos Juegos Olímpicos, en Río y en Tokio. Amo esos momentos y también la Copa Davis.
«Prefería los momentos en que representaba a mi país»
Me sentí muy honrado y encantado de formar parte de ese equipo. Tener a un ídolo como Lleyton Hewitt como capitán fue extremadamente especial para mí. Y realmente creas vínculos con los otros tenistas australianos durante esas semanas. Para mí, los momentos más especiales quizá sean aquellos en los que pude representar al país, pero es evidente que vencer a Roger en el US Open fue un enorme logro, porque es uno de los mejores jugadores de todos los tiempos en un escenario tan importante. Fue un momento emocionante para mí, pero prefería los partidos en los que representaba a mi país.
Y creo que es algo único cuando eres un jugador de tenis australiano, te apoyas realmente en esas relaciones con los otros jugadores australianos. Como ya he dicho, pasas tanto tiempo lejos de casa que te vuelves muy cercano a ellos. Por eso te encuentras en un equipo con jugadores con los que has forjado lazos muy estrechos.»
«La Copa Davis lo significa todo para mí»

Como subraya Millman, la Copa Davis tiene un lugar muy particular en el corazón de los australianos. Alex de Minaur también aprecia especialmente esta competición; lleva el número 109 tatuado encima del pectoral izquierdo. Un número que tiene un significado muy especial para él, ya que es el 109.º jugador australiano en representar a su país en Copa Davis. En 2019, en unas declaraciones recogidas por L’Équipe, había dicho: «Es el único tatuaje que llevaré en mi vida. La Copa Davis lo significa todo para mí, así que me lo hice justo encima del corazón.»
Con una población de unos 27 millones de habitantes, Australia ha ganado 28 veces la Copa Davis. Es un país que ha tenido numerosos grandes jugadores de tenis, como Rod Laver, Roy Emerson o, más recientemente, Lleyton Hewitt.
Los jugadores australianos suelen tener lazos particularmente fuertes entre ellos, y esto se debe en gran parte a la geografía de su país, como explicó Millman. Australia está aislada del resto del mundo tenístico, y la práctica totalidad de los torneos importantes se disputan a decenas de horas de vuelo de casa.
Desde las categorías júnior, viajan juntos, comparten los mismos vuelos interminables, las mismas giras lejanas y los mismos periodos de adaptación. Esta situación crea de forma natural una solidaridad: se agrupan, se apoyan y forman un núcleo cohesionado para afrontar el alejamiento. Esta camaradería forja una verdadera cultura de grupo, que luego se refleja en la Copa Davis, donde los australianos dan a menudo la impresión de ser más que un equipo.
La herencia francesa frente a la reforma
En Francia, la cultura de la Copa Davis también es muy fuerte. Los jugadores están acostumbrados a jugar por equipos, especialmente con las ligas interclubes. El título en Melbourne en 2001 frente a la Australia de Lleyton Hewitt sigue en la memoria de muchos franceses amantes del tenis. Arnaud Clément, miembro del equipo en aquella época, declaró: «La noche en Melbourne después de nuestra victoria en 2001 seguirá siendo la más bella de mi vida deportiva».
La reforma de la Copa Davis, votada en 2018, también fue objeto de numerosas críticas en aquel momento.
Sin embargo, el presidente de la Federación Francesa de Tenis de la época, Bernard Giudicelli, apoyaba esta reforma. Para él, un regreso atrás es imposible y el formato actual es un éxito.
STEVE DARCIS, HÉROE DE COPA DAVIS: CUANDO LA BANDERA MULTIPLICABA SU TENIS

Steve Darcis, actual capitán del equipo de Bélgica de Copa Davis, se dio a conocer durante su carrera en individuales por su victoria ante Rafael Nadal en Wimbledon 2013, pero también por sus actuaciones en Copa Davis. El belga sentía un afecto particular por esta competición durante su carrera, cuando los enfrentamientos aún se disputaban en formato local/visitante.
Darcis, determinante en los encuentros decisivos
Lo que más le gustaba era el partido decisivo con 2-2 en el marcador, en el que los números 2 de cada equipo se enfrentaban para ofrecer el punto decisivo a su selección, sinónimo de victoria. Hasta su derrota ante Lucas Pouille durante el triunfo de los franceses en 2017, presentaba un balance de 5-0 en esos partidos decisivos.
En total, ganó 22 partidos y perdió 12. Su victoria más bonita fue probablemente contra Alexander Zverev en 2017, en las pistas cubiertas de Fráncfort. El belga se impuso por 2-6, 6-4, 6-4, 7-6 y contribuyó en gran medida a la hazaña de Bélgica, que se metió en la final aquel año.
La cultura de la Copa Davis
Tras vencer a Zverev, que era el 22.º del mundo en ese momento, Darcis destacó la especificidad de la Copa Davis: «La gran diferencia es que nosotros teníamos un equipo, mientras que Alemania tenía individualidades.
Es cierto que la experiencia me ayudó mucho. Alexander Zverev será algún día Top 5, pero todavía tiene que aprender lo que es jugar en Copa Davis.»
Un nuevo formato que critica sin dudarlo
Actualmente capitán del equipo de Bélgica, Darcis transmite ahora esta cultura de la competición por equipos a sus jugadores, aunque el formato actual de la Copa Davis le desagrada profundamente y no dudó en criticarlo durante una rueda de prensa en el Final 8 de 2025.
«Para mí, la Copa Davis ya no existe realmente, me parece que el formato es realmente asqueroso.»
EL ESPÍRITU DE UNA COMPETICIÓN ETERNA
Más allá de las polémicas recientes y de las transformaciones que han sacudido su identidad, la Copa Davis sigue siendo una competición aparte en el panorama del tenis. Se apoya en una historia de más de cien años, en generaciones de jugadores que crecieron soñando con defender sus colores, y en emociones que el circuito individual nunca podrá reproducir totalmente.
Ya se trate del sentimiento de devolver a su país lo que le ha ofrecido, de la fuerza del colectivo en un deporte solitario, o del vínculo casi fraternal que algunas naciones, como Australia, logran tejer, la Copa Davis continúa produciendo momentos únicos. Las hazañas de jugadores como Steve Darcis, Alex de Minaur o los héroes franceses de Melbourne 2001 dan testimonio de esta llama que persiste, aunque el formato evolucione.
Mientras haya jugadores que sigan considerando esta camiseta como un honor y una responsabilidad, mientras los aficionados se reconozcan en estos combates nacionales, el espíritu de la Copa Davis sobrevivirá. Puede que haya cambiado de rostro, pero probablemente no haya perdido del todo su alma.
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