Formación de los futuros campeones: enfoque sobre el declive del modelo público francés frente a las academias privadas
Durante mucho tiempo, Francia encarnó uno de los últimos bastiones del modelo público de formación en el tenis mundial.
Un sistema estructurado, centralizado, pensado para detectar, formar y acompañar a los talentos del país desde las primeras pelotas hasta el alto nivel.
Pero a medida que el deporte se ha mundializado, otro modelo –el de las academias privadas, nacidas en Estados Unidos y exportadas a Europa y luego a Oriente Medio– se ha impuesto como la opción privilegiada para un número creciente de jóvenes jugadores.
El modelo francés: 50 años de tensiones entre federación, academias y familias
Este dossier propone un análisis de la evolución específica del sistema francés, reubicándolo en una perspectiva global.
Porque Francia, con su poderoso legado federal, ofrece un terreno de observación único: el de un país donde el entrenamiento de la élite casi nunca se dejaba en manos del sector privado, antes de que el panorama cambiara por completo.
Comprender esta transformación es contar cincuenta años de tensiones entre instituciones públicas, actores privados y familias en busca de rendimiento.
1960–1970: En los inicios del modelo federal, el Estado construye la estructura

A finales de los años sesenta, Francia aún busca su camino en materia de formación deportiva. El país está marcado por la idea de que el Estado debe organizar, financiar y armonizar el acceso al deporte de alto nivel.
La FFT se inscribe en este movimiento general, a imagen de otras federaciones francesas, lanzando los primeros stages nacionales estructurados y centros piloto.
Estos lugares, aún rudimentarios, reúnen a las jóvenes promesas en torno a entrenadores mandatados por la federación, con a veces internados improvisados junto a clubes asociados.
Cabe recordar que en aquella época el INSEP, que se convertirá en uno de los pilares de la formación de la élite francesa, aún no existe en su forma moderna. No será creado oficialmente hasta 1975. Antes de eso, el modelo sigue fragmentado, sin un verdadero campus centralizado.
Sin embargo, se impone una idea fuerte: la formación debe ser pública, nacional y organizada de forma vertical. En esta lógica, la federación se convierte en el paso obligado de toda ambición.
1970–1980: La oleada estadounidense y el nacimiento de un contramodelo privado
En el mismo periodo, al otro lado del Atlántico, comienza a tomar forma una pequeña revolución silenciosa.
Estados Unidos ve surgir las primeras academias privadas de tenis, fruto de la iniciativa de entrenadores emprendedores que buscan liberarse de las estructuras públicas.
La más emblemática de ellas se funda en 1978, en Bradenton, Florida: la academia de Nick Bollettieri, que más tarde se convertirá en IMG Academy.
Bollettieri (1931-2022), mítico exentrenador estadounidense, impone una ruptura total con el modelo federal europeo.
Entrenamientos intensivos, competitividad permanente, seguimiento individualizado, presencia de diferentes preparadores… y un uso inédito del storytelling en torno a los jóvenes jugadores. Este «laboratorio» se quiere una empresa antes que una institución deportiva.
En Europa, este modelo se percibe al principio como una curiosidad exótica, casi una fantasía americana. Sin embargo, inaugura un paradigma completamente nuevo: una formación privada, comercial, internacional, libre en sus decisiones pedagógicas.
1980–1990: La edad de oro del modelo federal europeo

Mientras Bollettieri gana visibilidad, Europa, y Francia en particular, consolidan su propio modelo. Los años ochenta marcan el muy buen periodo de los centros federales.
Se desarrollan estructuras especializadas: Pôles France, Pôles Espoirs, centros regionales y, por supuesto, el INSEP, que se convierte rápidamente en un símbolo de la excelencia deportiva pública.
Los éxitos obtenidos validan el método. Varios jugadores franceses importantes, como Yannick Noah, Henri Leconte y Guy Forget, evolucionan en el entorno federal, aunque algunos completan su recorrido fuera del estricto ámbito de la FFT.
El discurso dominante es claro: un jugador francés de alto nivel nace y se construye en el sistema federal. En ese momento, las academias estadounidenses, aunque fascinantes, siguen siendo un universo lejano.
1990–2000: La mundialización sacude las fronteras y abre las puertas de las academias

La década de 1990 es la de la globalización del tenis. Los desplazamientos se intensifican, los circuitos júnior se vuelven internacionales y las familias comienzan a comparar los métodos de formación de distintos países.
Estados Unidos ofrece infraestructuras y un modo de vida deportivo radicalmente diferente. España, paralelamente, hace emerger sus propios centros privados, alrededor de Barcelona, Valencia o Mallorca, especializados en el trabajo de resistencia y en la tierra batida.
Las academias privadas se convierten en aceleradores de carrera. En Estados Unidos, IMG sigue acogiendo y acompañando las trayectorias de futuros campeones.
Jim Courier, Andre Agassi, Monica Seles o también Maria Sharapova, que llega adolescente a Bradenton a principios de los años 2000.
En España, estructuras privadas que priorizan la flexibilidad y la práctica intensiva atraen a jóvenes del norte de Europa, seducidos por el clima y la rigurosidad técnica.
Conviene matizar: la gran mayoría de los jugadores europeos continúan formándose en las federaciones nacionales o en los clubes tradicionales. Pero la idea de que existe, y funciona, un modelo concurrente empieza a imponerse en el imaginario colectivo.
2005–2015: La explosión mundial y la transformación de las academias en marcas internacionales
A partir de mediados de los años 2000, las academias cambian de escala. Ya no son solo lugares de entrenamiento, sino que se convierten en marcas mundiales, a menudo estructuradas como empresas.
Marketing ambicioso, infraestructuras de lujo, internados internacionales, seguimiento mental, análisis de vídeo, salas de fitness de última generación: se profesionalizan hasta el punto de competir con la formación federal en su propio terreno.
Surgen o se desarrollan varios proyectos importantes: la Mouratoglou Academy, fundada en 1996 por Patrick Mouratoglou y Bob Brett en la región parisina y posteriormente trasladada a Sophia-Antipolis (Costa Azul) en 2011.
La Rafa Nadal Academy en Mallorca, fundada por la leyenda Rafael Nadal, cuya apertura oficial en 2016 corona un proyecto iniciado años antes en torno a la familia Nadal.
Sin olvidar el auge de centros franceses como la French Touch Academy en Cap d’Agde (Hérault) a partir de 2018, impulsada por Charles Auffray.
Por último, algunas academias se implantan en Oriente Medio o en Asia, apoyadas por financiación privada internacional.
2015–2020: El monopolio se resquebraja, la confianza se desplaza
A medida que el sector privado se profesionaliza, las estructuras federales parecen ancladas en un modelo antiguo.
El discurso de las familias y de los jugadores cambia. Se acusa a las federaciones de rigidez administrativa, de infraestructuras envejecidas y de procesos de selección a veces opacos.
Por el contrario, las academias privadas destacan la individualización, la diversidad de perfiles de entrenadores, la apertura internacional y el acompañamiento mental. El cambio es perceptible en las decisiones de los jóvenes talentos.
El caso del francés Gabriel Debru es emblemático: vencedor de Roland Garros júnior en 2022, deja la FFT a finales de 2023, de común acuerdo con la federación, para incorporarse al Piatti Tennis Center, en Italia, dirigido por Riccardo Piatti, uno de los entrenadores privados más reputados de Europa.
Este tipo de traspaso, antes poco frecuente, se vuelve habitual. Desde entonces, el joven jugador ha dejado el circuito ATP para recorrer el circuito universitario estadounidense al incorporarse al campus de Champaign-Urbana (Universidad de Illinois).
Sinner, Rune, Alcaraz, Gauff… todos pasaron por las academias privadas

Pero Gabriel Debru no es el único. En el circuito actual, muchos campeones también han elegido la vía privada.
Holger Rune (Mouratoglou Academy a los 13 años), Jannik Sinner (Piatti Tennis Center a los 13 años), Coco Gauff (Mouratoglou Academy a los 10 años), Stefanos Tsitsipas (Mouratoglou Academy a los 17 años), Alexandra Eala (Rafa Nadal Academy a los 13 años) o también Carlos Alcaraz (Ferrero Tennis Academy a los 15 años) son ejemplos perfectos.
Esta elección, todavía marginal hace algunos años, se ha convertido hoy en un camino privilegiado para los jóvenes jugadores talentosos.
2020–2024: El modelo privado domina el alto nivel — para quienes pueden permitírselo

Sin embargo, hoy en día, las academias privadas de alta gama cobran entre 50 000 y 90 000 euros al año.
Ejemplos: IMG Academy (unos 70 000 €/año y 90 000 €/año con la fórmula de alojamiento) y la Evert Tennis Academy (más de 50 000 €/año con alojamiento) en Estados Unidos.
Pero también la Rafa Nadal Academy (unos 56 000 €/año) y la Mouratoglou Academy (unos 40 000 €/año) en Europa.
Además, con los desplazamientos, el presupuesto anual puede superar los 75 000 euros e incluso acercarse a los 100 000 euros.
Y si para muchas familias esta inversión es inaccesible, para aquellas que tienen los medios, estas academias ofrecen un entorno difícilmente igualable: calendario internacional, sparrings de alto nivel, equipos pluridisciplinares, inmersión en la cultura del circuito.
Pero poco a poco, la trayectoria deportiva parece dividirse en dos mundos: la detección, todavía en gran medida asegurada por los sistemas federales, y la formación de élite, ahora captada por el sector privado.
En esta configuración, el talento puro ya no basta. La financiación, la red de contactos, la capacidad de integrarse en una estructura de primer nivel se convierten en elementos determinantes de la carrera.
Por ejemplo, Holger Rune se benefició de la fundación ChampSeed, creada por Patrick Mouratoglou, para poder formarse dentro de la academia.
Hoy: un sistema dual, pero casi sin cooperación
El tenis mundial funciona ahora según dos circuitos paralelos. Por un lado, el sistema federal, que conserva su misión histórica de detección y formación de masas. Por otro, el sector privado, centrado en la élite, la individualización y las trayectorias internacionales.
Estos dos mundos podrían complementarse; sobre todo coexisten ignorándose, cada uno reivindicando su legitimidad, su eficacia y su filosofía, aunque cierto deseo de colaboración ha sido anunciado por algunos presidentes de federación, en particular Gilles Moretton en Francia.
«Me he acercado al conjunto de las academias con todos los equipos de la FFT», detalló. Hay que subrayar el trabajo de calidad realizado en el sector privado y dejar de hacerle el vacío y de apartarlo.
«Vamos a crear esta alianza público-privada, con opciones de entrenamiento, lugares de entrenamiento, adaptados a cada joven, a quien propondremos programas a la carta», declaró a nuestros colegas de RMC Sport en 2021.
La cuestión central sigue siendo: en un deporte donde la formación se privatiza y donde los costes se disparan, ¿el acceso a la excelencia debe seguir siendo un privilegio financiero? ¿O pueden las federaciones reinventar su papel para volver a ser un verdadero ascensor social?
La historia de estos últimos cincuenta años muestra claramente una tendencia: el monopolio ya no existe y la competición, ahora, también se juega entre bastidores, en el terreno de la formación.
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