La paradoja que divide al tenis: entre jugadores agotados y calendario saturado, pero con exhibiciones multiplicadas
Mientras los jugadores denuncian desde hace años un calendario de ritmo infernal y una temporada sin respiro, las exhibiciones organizadas en diciembre nunca habían sido tan numerosas.
Entre quejas por el cansancio, cachés de seis cifras y multiplicación de eventos financiados por distintos actores, la pretemporada se ha transformado en un mercado paralelo en plena expansión. Un sistema en el que el tenis revela sus contradicciones.
LA PARADOJA DEL CALENDARIO: JUGADORES AGOTADOS PERO SIEMPRE EN PISTA
Desde hace más de diez años, la sobrecarga del calendario se ha convertido en uno de los estribillos más frecuentes en el mundo del tenis. Estrellas del top 10 como jugadores del top 100 repiten incansablemente el mismo diagnóstico: la temporada es demasiado larga, la recuperación insuficiente y los cuerpos se desgastan más rápido que nunca.
«La ATP tiene que hacer algo con respecto al calendario», reclamaba Carlos Alcaraz durante la temporada, antes de añadir: «Realmente no tenemos momentos en los que podamos tomarnos el tiempo para entrenar o descansar.»
En el circuito femenino, Iga Swiatek, n.º 2 mundial, es una de las que denuncian más regularmente la situación: «Cuando echo un vistazo al calendario, pienso que jugamos muchísimo. El calendario está loco. Es muy exigente y difícil.»
Los Masters 1000 y WTA 1000 alargados, causa de un calendario saturado

Sin embargo, se impone una paradoja: pese a estas quejas recurrentes, los jugadores nunca habían encadenado tantos partidos, incluso fuera de las competiciones oficiales.
La temporada ATP/WTA se extiende desde principios de enero hasta mediados de noviembre, es decir, casi once meses de competición. La pretemporada, que se supone debe durar entre cuatro y seis semanas, debería permitir a los jugadores curar sus lesiones, recuperarse, fortalecerse físicamente y también trabajar en aspectos concretos de su juego para la temporada siguiente.
En la práctica, este período de pausa desaparece progresivamente, principalmente a causa de las exhibiciones. Los jugadores, como durante todo el año, realizan varios viajes, pero esta vez para unos pocos días de competición, lo que reduce inevitablemente su tiempo de descanso.
La ampliación de los Masters 1000 y WTA 1000 a doce días también ha reforzado la saturación del calendario. Madrid, Roma, Montreal/Toronto, Cincinnati o Shanghái funcionan casi como Grand Slams, con una presencia prolongada en el lugar y un nivel de exigencia que se mantiene alto durante casi dos semanas.
¿Las mujeres mejor situadas que los hombres?
En el circuito ATP, Montecarlo es el único torneo de primer nivel en el que los jugadores tienen derecho a ausentarse: los otros ocho Masters 1000 deben disputarse, so pena de sanciones financieras, como la reducción del 25 % de su bonus de fin de año en caso de baja.
Las mujeres, por su parte, gozan de un poco más de libertad: Roma, Montreal/Toronto y Cincinnati no son obligatorios, al igual que Doha y Dubái, dos pruebas que se disputan en una semana.
Pero, en conjunto, la constatación es la misma para ambos circuitos: las pausas entre torneos desaparecen y los jugadores pueden pasar a veces un mes entero lejos de casa (encadenando Indian Wells-Miami en marzo, Madrid-Roma en mayo y Montreal/Toronto-Cincinnati en agosto), entrenando y, al final, jugando solo un puñado de partidos.
Menos partidos pero una evolución del juego mucho más física
Paradójicamente, los jugadores masculinos actuales disputan menos partidos que en la época de Thomas Muster o Yevgeny Kafelnikov en los años 90. El primero, por ejemplo, jugó 104 encuentros en 1995 (año en el que ganó 12 títulos), el segundo 105 en 1995 y 1996, y 101 en 2000.
Por el contrario, un top 10 moderno juega entre 65 y 80 partidos, y un n.º 1 mundial suele terminar entre 70 y 85 encuentros, como Carlos Alcaraz en 2025 (71 victorias, 9 derrotas). Pero la intensidad física se ha disparado: superficies más lentas, intercambios más largos, mayores exigencias mediáticas y un nivel mucho más homogéneo.
En este contexto, la multiplicación de exhibiciones en diciembre (cerca de una decena en 2025) acentúa la paradoja entre el discurso sobre el cansancio y la presencia constante en pista.
LAS EXHIBICIONES DE FIN DE AÑO, UN NEGOCIO YA INELUDIBLE

Mientras los jugadores denuncian un calendario que se ha vuelto insostenible, que ya no les ofrece verdaderos períodos de recuperación, las exhibiciones no dejan de multiplicarse, hasta el punto de ser tratadas ahora como auténticos mini eventos seguidos de cerca por aficionados y medios.
Sin embargo, hace diez o quince años, en la época en que el Big 3 (Federer, Nadal, Djokovic) dominaba el circuito, las exhibiciones de final de temporada se contaban casi con los dedos de una mano.
La más emblemática seguía siendo los Mubadala World Tennis Championships, creados en 2009 en Abu Dabi. El concepto, muy sencillo, había encontrado a su público: una exhibición de tres días, encajada a finales de diciembre o principios de enero, pensada como un ensayo general antes del Abierto de Australia.
El formato (dos cuartos, dos semifinales, una final, todos jugados al mejor de tres sets) era simple y la calidad de los cuadros daba a veces la impresión de un torneo oficial.
Con 250.000 dólares prometidos al vencedor, el evento había adquirido incluso cierto prestigio. De 2009 a 2022, acogió a todas las grandes estrellas: Nadal triunfó allí cinco veces, Djokovic cuatro. Incluso se añadió una prueba femenina en 2017, reforzando aún más el estatus de esta cita convertida en ineludible.
Pero ante el auge de eventos más espectaculares, más lucrativos y menos exigentes para el cuerpo, la prueba terminó desapareciendo en 2022.
Nombres cada vez más llamativos
Hoy en día, diciembre se parece a un circuito paralelo: la gran final del UTS (Ultimate Tennis Showdown) en Londres, el Miami Invitational, la Garden Cup en Nueva York, exhibiciones en India, Macao, Dubái o China.
Los nombres de estas pruebas, a menudo espectaculares, están pensados para atraer la atención y mantener el interés del público, incluso en un período en el que los aficionados, ya saturados de tenis durante casi once meses, parecen estar siempre dispuestos a consumir más.
Las programaciones también apuestan por el atractivo de las estrellas: Carlos Alcaraz participa en una mini gira estadounidense, Aryna Sabalenka es la gran figura de la exhibición organizada en el Madison Square Garden, mientras que Daniil Medvedev o Gaël Monfils ponen rumbo a la India para disputar algunos encuentros por equipos mixtos.
Algunas se extienden incluso hasta enero, como esta exhibición organizada en Corea del Sur, situada justo antes del Abierto de Australia, que propone un duelo entre Carlos Alcaraz y Jannik Sinner.
Para los organizadores, los ingredientes son sencillos: total libertad en cuanto al calendario, formatos cortos y alta rentabilidad. Se puede contactar a las estrellas sin las restricciones de la ATP o la WTA, mientras que ellas disfrutan de cachés a veces comparables a los de los torneos oficiales, por un esfuerzo reducido.
«Los torneos UTS están bien remunerados, lo que los hace muy competitivos»

El UTS, competición creada en 2020 por Patrick Mouratoglou, ofrece cada año recompensas especialmente atractivas durante su fin de semana de finales organizado en diciembre en Londres. La dotación total alcanza los 1,6 millones de euros, con un cheque que puede llegar hasta 500.000 euros para el vencedor.
Pensado ante todo para el espectáculo, el formato apuesta por la intensidad inmediata más que por la duración. Los jugadores se enfrentan en cuartos de ocho minutos —basta con ganar tres para llevarse el partido—, con un solo servicio autorizado, algunos puntos que valen triple y ninguna pausa entre intercambios.
Un modelo que permite producir ritmo sin exigir el esfuerzo físico de un partido tradicional y que, por ejemplo, ha convencido a Alex de Minaur para participar:
«Es emocionante y diferente, te da una visión distinta de cómo jugar los puntos. Los torneos UTS están bien remunerados, lo que los hace muy competitivos. Todos intentamos ganar ese gran cheque al final de la semana, eso motiva a todo el mundo.»
Hoy, las exhibiciones ya no son simples paréntesis incrustados en el corazón de la pretemporada. Sirven a la vez como fuente adicional de ingresos, como terreno de experimentación para nuevos formatos más cortos y espectaculares, y como plataforma de exposición para los jugadores, en un momento en que la temporada oficial debería dejar paso al descanso.
EL TENIS EN UNA ENCRUCIJADA: ¿REGULAR LA PRETEMPORADA O ASUMIR ESTAS EXHIBICIONES?

El tenis está resbalando, con el paso de los años, hacia una pretemporada que se parece más a un período de explotación comercial que a una verdadera pausa.
Diciembre, antaño considerado un mes de respiración precioso en el que el tenis pasaba a un segundo plano, se transforma hoy en un mes sobrecargado de exhibiciones, formatos experimentales y eventos calibrados para el show.
La pregunta ahora es la siguiente: ¿deben las instancias mundiales del tenis proteger la pretemporada o dejar espacio a estas pruebas que se cuelan tras once meses de competición intensa?
«El tenis merece una verdadera pretemporada»
Para algunos jugadores, la respuesta es evidente. Alexander Zverev, triple finalista de Grand Slam, lo ha repetido con insistencia: «Tenemos la sensación de jugar cada vez más y el calendario está más denso que nunca. El tenis merece una verdadera pretemporada.»
Tallon Griekspoor, jugador del top 30, prefiere ser prudente: «En general, intento no disputar demasiados partidos de exhibición porque no tenemos mucho tiempo para descansar.»
Se reclama, por tanto, un verdadero tiempo de corte, lejos de esas cuatro a seis semanas constantemente roídas por compromisos adicionales. Pero la paradoja es enorme: quienes denuncian un calendario insoportable son a menudo los mismos que encontramos en los carteles de las exhibiciones.
«Es muy diferente, simplemente nos divertimos jugando al tenis»
El ejemplo más flagrante es el de Carlos Alcaraz, a menudo obligado a defenderse ante la prensa sobre sus quejas acerca del calendario y sus participaciones en diversas exhibiciones:
«Las exhibiciones son diferentes de los torneos oficiales. En esos torneos, hay que mantenerse muy concentrado y hacer un esfuerzo físico durante 15 o 16 días seguidos. Aquí, simplemente nos divertimos jugando al tenis durante uno o dos días.»
A pesar de estos argumentos, la pretemporada empieza a convertirse en un mito, ya que el tiempo de recuperación y preparación de los jugadores se reduce por esas jornadas pasadas lejos de las pistas de entrenamiento.
Imaginar una pausa larga, comparable a la de la NBA (casi cuatro meses de descanso, preparación o recuperación) obligaría a las instancias a reinventar el calendario, retirando torneos y cambiando las fechas de eventos conocidos por todos.
La ATP reduce progresivamente el número de ATP 250 (de 38 a 29 entre 2015 y 2025, con una reducción prevista hasta 10 en el futuro), pero esta evolución sigue siendo un retoque del calendario para privilegiar la participación de los mejores jugadores en los grandes eventos. No está en absoluto vinculada a la multiplicación de exhibiciones que se comen la pretemporada.
Una ausencia de voz colectiva
El otro bloqueo se sitúa en el corazón del sistema: el estatus de los jugadores. A diferencia de los futbolistas o baloncestistas, no dependen de un club o de una liga. Son sus propios jefes, libres de comprometerse donde deseen.

Andrea Gaudenzi, presidente de la ATP, lo recordó: «Nuestros jugadores pueden decidir su propio calendario. Algunos eligen jugar exhibiciones. ¿Reducir la temporada? Sí, pero también pueden decidir jugar menos exhibiciones y pasar más tiempo descansando.»
Una frase que resume todo el problema: las instituciones no disponen de las herramientas jurídicas para limitar las exhibiciones o imponer un parón obligatorio.
Entonces, ¿cómo pedir a los jugadores que renuncien a estos eventos ultralucrativos, donde ganan a veces en un fin de semana lo que algunos torneos pueden ofrecer tras varios partidos jugados?
Las opiniones divergen, el modelo se transforma
Ni siquiera la PTPA (Professional Tennis Players Association), a menudo presentada como la esperanza de una voz colectiva entre los jugadores, logra poner de acuerdo a todo el mundo.
Los top jugadores quieren maximizar sus ingresos y su visibilidad, los jugadores más allá del top 100 necesitan ingresos complementarios, las instituciones quieren preservar su calendario y los promotores privados se benefician de la ausencia de reglas sobre la pretemporada.
Resultado: cada uno avanza en una dirección diferente y no se perfila ninguna solución clara.
El tenis se enfrenta entonces a una paradoja que, por ahora, conviene a todo el mundo, pero que a la larga corre el riesgo de debilitar a los jugadores y enturbiar la legibilidad del calendario. Una temporada larga, una tregua que ya no lo es y exhibiciones cada vez más numerosas: el modelo se transforma sin que se haya zanjado un verdadero debate.
ENTRE LA PRETEMPORADA Y LAS EXHIBICIONES, UN EQUILIBRIO POR REINVENTAR
El auge de las exhibiciones de diciembre cuestiona hoy el lugar real de la pretemporada en el tenis. Pensada como un tiempo de descanso, se reduce bajo el efecto de eventos privados difíciles de encuadrar, puesto que los jugadores siguen siendo libres de su calendario.
Entre la idea de un descanso prolongado y la de un modelo en el que las exhibiciones estarían más reguladas, no se ha tomado ninguna decisión. El futuro de la pretemporada dependerá de la capacidad de las instancias para conciliar recuperación, exigencias económicas y evolución del espectáculo.
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