Equipaciones, logos y colecciones personalizadas: las marcas invierten millones en los jugadores, transformando cada partido en un escaparate publicitario mundial.
Mientras las federaciones luchan por reinventarse, las academias privadas captan a los talentos… pero también a las familias capaces de invertir decenas de miles de euros al año. Un sistema cada vez más eficaz, pero también cada vez más desigual.