Equipaciones, logos y colecciones personalizadas: las marcas invierten millones en los jugadores, transformando cada partido en un escaparate publicitario mundial.
Mientras las federaciones luchan por reinventarse, las academias privadas captan a los talentos… pero también a las familias capaces de invertir decenas de miles de euros al año. Un sistema cada vez más eficaz, pero también cada vez más desigual.
Estrellas exhaustas pero omnipresentes, torneos cada vez más largos y exhibiciones convertidas en un negocio en sí mismo: el tenis revela sus contradicciones más profundas, entre espectáculo y supervivencia física.